Durante el último gobierno de Perón, continuado luego de su muerte por su esposa María Estela Martínez de Perón «Isabelita» (a quien el general conoció en su huida de 1955 en un prostíbulo de Panamá), la corrupción también estuvo omnipresente. Cuando muere Perón, el peronismo estaba fuertemente dividido, especialmente entre los grupos guerrilleros Montoneros y ERP por un lado, y la ultraderecha fascista Triple A por el otro.
Habiendo muchos jefes, las oportunidades de corrupción se multiplicaron y «democratizaron» ya que no había que pedir permiso al General para seguir robando.
Uno de los últimos actos de Isabelita antes de renunciar y dejar de presidente interino a Ítalo Argentino Lúder, fue robarse parte de la recaudación de la famosa «Cruzada Solidaria», un esfuerzo para recaudar fondos para los mas necesitados. Parte del dinero que robó Isabelita fue destinado a pagar un reclamo de las hermanas de Evita, una del partes que se disputaban la fortuna del general muerto.
Otro caso, quizás el mas grande de este período, fue la misteriosa desaparición de los US$ 60 millones del rescate pagado a los Montoneros por la familia Born para rescatar a los hermanos secuestrados por los terroristas. El dinero pasó por cuentas bancarias en La Habana, y luego «desapareció» en manos de los gerarcas peronistas que manejaban esta cruel organización sediciosa.
Otro acto de corrupción muy famoso de aquella época, aunque minúsculo y burdo, tuvo como protagonista a un dirigente de los que en general se pensaba que eran de los mas derechos: Antonio Cafiero. Cafiero fue nombrado Interventor de la Provincia de Mendoza en 1974 luego de la muerte de Perón, y durante su breve mandato se le ocurrió «la travesura» de robarse el piano de cola del Teatro Independencia de la capital provincial.
Sin embargo, la mayoría de los actos de corrupción de esta etapa estuvieron ligados a actos administrativos, mediante los cuales una dirección económica errática dislocó a los sectores productivos con intervención estatal, con precios controlados y controles absurdos (que se prestaban a la extorsión del funcionario de turno).
Todas estas medidas absurdas generaron mucha corrupción, y el estallido inflacionario conocido como «el Rodrigazo».